Ciudad Universitaria AUDIO-RELATO

Cuando publico en las redes, sustituyo la realidad que me rodea por algo que encuentro más natural.

Aquí no hay exámenes finales, trabajos precarios ni desamores atormentados. He convertido este vagón de metro en una habitación propia para aislarme físicamente del mundo, mientras sigo conectado a él a través de una pantalla.

Floto en los intestinos de este inmenso animal subterráneo.

Me he convertido en un maniquí que mueve sus dedos a gran velocidad sobre el teclado. Mi existencia virtual ha sustituido por completo a mi ente corpóreo. Apago el sufrimiento con ansiolíticos para seguir publicando. El agujero negro de la pantalla es un círculo vacío que contiene todo lo que existe.

Las interacciones con mis seguidores secan mis lágrimas y colman mi ego.

El mundo real ha firmado su sentencia de muerte y me he visto obligado a actuar en este teatro de soledades compartidas. Publico un nuevo hashtag que se lleva consigo un pedazo del sentido de mi vida en 150 caracteres.

Al llegar a Ciudad Universitaria, el altavoz pronuncia mi nombre para llamar mi atención. Es mi parada. En la línea 6, la circular, el recorrido es sempiterno. No tiene principio ni fin; aquí no hay salida posible.